Marla Maples, la Segunda Mujer de Trump

Marla Maples, la Segunda Mujer de Trump

Hoy es el gran día: esta madrugada sabremos quién es el ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Pase lo que pase, el resultado será trascendental: o ganará una mujer, lo que hará historia… o ganará Donald Trump.

La prensa lleva meses bombardeando con artículos sobre la vida y milagros de Donald Trump, pero siempre me ha sorprendido la indiferencia de los medios hacia su segunda esposa: Marla Maples.

De hecho, la mayoría de la gente ni siquiera conoce de su existencia. Incluso los que están al tanto del famoso divorcio de comienzos de los 90 entre Trump y su ex mujer, Ivana, desconocen que la causa de tanto alboroto fue otra mujer.

 

 

A finales de los 80, el matrimonio entre Donald e Ivana Trump no iba bien. Las peleas eran frecuentes y las vejaciones verbales también. Ivana, en su desesperación por conservar a su marido, se operó los pechos, pero cuando vio el resultado, Trump le soltó: «¿Quién va a tocar esas tetas de plástico?». Encantador.

Según Vanity Fair, en esa época Donald Trump tenía tres amantes fijas que vivían en sus hoteles.

Una de esas amantes era una periodista llamada Marla Maples. Latenía alojada en una espectacular suite del hotel Trump Plaza de Atlantic City que costaba tres mil dólares por noche. La mayoría de los artículos que escribieron sobre la historia aseguran que Marla Maples llevaba años detrás de Donald Trump, buscando encuentros casuales con él y presentándose en cualquier evento en el que él fuera a estar.

 

 

Marla estaba dispuesta a esperar. «De esta historia aprendí que lo más importante es la paciencia», confesó ella más tarde. Y así, a base de estar siempre ahí, esperando, Marla Maples se salió con la suya. ¿Solidaridad femenina? ¿Compasión hacia la pobre esposa? Nah. A principios de 1991, las dos mujeres coincidieron en una pista de esquí en Aspen, y Marla le plantó cara a Ivana Trump: «Sí, quiero a tu marido».

Marla Maples siempre ha asegurado tener profundos valores religiosos gracias a su familia católica, al mismo tiempo que admitía no sentirse culpable por liarse con un hombre casado. «No era mi problema».

 

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En octubre de 1993, Marla Maples dio a luz a una niña, Tiffany. Donald le compró un enorme anillo de compromiso pero se hacía el remolón con la fecha de la boda. No lo tenía claro. Los padres de Trump seguían insistiendo en que su hijo volviera con su ex mujer, y el propio Donald admitió que seguía hablando con Ivana de vez en cuando, porque la echaba de menos.

Viendo el panorama, Marla Maples le dio un ultimátum: o se casaban ese mismo año, o se iba con la niña a Georgia. Y Trump cedió, con la condición de que la boda fuera muy ostentosa: tarta gigantesca, una gran lista de invitados, banquete de lujo…

La noche antes de la boda, Donald Trump le envió un ramo de rosas rojas a su ex mujer.

 

 

Solo hacía dos meses que Marla Maples había dado a luz. En ese tiempo, se las arregló para perder más de diez quilos. ¿Cómo lo hizo? Siguió una dieta muy estricta a base de verduras, almendras, frutas y semillas de sésamo.

El siguiente cambio tuvo que ver con el cabello: a Donald Trump le gustaba el pelo voluminoso y cardado como el de su ex Ivana,. Pronto animó a su nueva esposa a que se peinara de la misma manera. «Sentía que no era yo, con ese pelo tan bufado», admitió ella años más tarde. Marla también solía llevar el peinado a lo secretaria de Richard Gere en Pretty Woman; parece que causaba sensación a principios de los 90.

 

 

Antes de casarse, Trump firmó un contrato prenupcial con una duración de cinco años. Si duraban cinco años o menos, Marla se iría sin nada. Marla lo firmó a regañadientes, confiando en que cinco años pasarían deprisa. Y pasaron. Un mes antes del plazo, el millonario pidió el divorcio, y salió de ese embrollo pagando solo dos millones de euros, el equivalente a un par de euros para un hombre normal.

A diferencia de Ivana Trump, Marla Maples no tenía ni la paciencia ni los medios para luchar por llevarse algo más y se aguantó con ese dinero.

Aunque Donald se hizo cargo de la manutención de su hija Tiffany, Marla Maples ha admitido haber criado a su hija sola, como madre soltera. Y aunque ahora Tiffany Trump acompañe orgullosa a su padre en las campañas electorales, padre e hija apenas han tenido trato. «No sé muy bien lo que es tener una figura paterna. Mi padre no me llevaba a la playa ni me venía a recoger al colegio», contó la chica al New York Post.

 

 

Después de su divorcio, Marla se centró en conseguir lo que siempre había soñado: ser actriz. Cuando no lo consiguió, intentó escribir un libro sobre sus años junto a Donald Trump, pero los abogados del millonario detuvieron el proceso.

Donald Trump pasó al ataque, calificando a Marla de mujer fracasada que nunca había logrado nada en la vida de no haber sido por él y su fama. Después de eso, Marla Maples nunca volvió a decir una mala palabra sobre su ex marido.

Ahora Marla vive tranquila en California, donde mantiene un perfil bajo. Su perfil de Instagram no tiene muchos seguidores.La prensa no siente demasiado interés por ella. Los amigos de Donald Trump tampoco la consideran una persona relevante en la vida del millonario. «Creo que realmente nunca estuvo demasiado enamorado. Era más atracción que amor», contó uno de los amigos de Trump a la revista People.

Donald tampoco habla de Marla Maples con demasiado entusiasmo. «Le deseo lo mejor y me alegro de que sea feliz», fueron sus palabras cuando la prensa le preguntó por su ex mujer. Ouch.

 

 

Con los años, Marla Maples se ha aficionado al yoga y a otras técnicas de relajación new age. También es una gran defensora del karma y de la energía positiva, y eso ha hecho que incluso intente reconciliarse con Ivana Trump, la mujer cuyos sentimientos nunca le importaron. «Por supuesto que no pienso perdonarla jamás», dijo la ex modelo checa.

Es curioso ver como para Donald Trump como para su entorno, esta mujer parece que no haya existido nunca. Pero existió, y ésta es su historia.

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