Cuando vi las brochas de Artis por primera vez, reconozco que se me salieron los ojos de las órbitas. ¿Qué era esa cosa tan maravillosa? Aunque el precio era ciertamente para pensárselo dos veces, la descripción resultaba irresistible: las brochas Artis se conocen en el mundillo de la belleza como el Rolls Royce del mercado. Ya no hay maquilladora profesional de alto nivel que no tenga al menos uno, y muchas firmas de prestigio han intentando lanzar versiones parecidas… pero no hay nada como las brochas Artis. Nada.
Lo que las hace tan especiales es su diseño ergonómico, que se adapta a cada uno de los rincones del rostro. Por eso el rango es tan amplio. Hay una brocha especial para los productos en polvo, varias que sirven para aplicar la base, otras más finas solo para cejas… aunque pueda parecer que venden lo mismo que todas las marcas; es decir, una brocha para cada tipo de maquillaje o zona del rostro, en el caso de Artis, es mucho más complejo. Las imágenes a continuación lo muestran muy bien.
Una brocha Artís consigue un maquillaje de otra dimensión, con un acabado absolutamente perfecto, sin ningún fallo. Estas brochas son capaces de sacar petróleo incluso de marcas de maquillaje económicas, pero evidentemente, se consigue un resultado mucho más sofisticado y limpio con un producto de calidad.
No deja de ser un producto de lujo y como tal hay que apreciarlo. No me ha extrañado leer en algunas opiniones de internet que recibir una de estas brochas es como comprar el último iPhone. Creo que es normal, ya que son únicas. El diseño es simplemente espectacular, con aspecto futurista, y un pelo de una calidad sublime, embriagadora. Por cierto, el pelo no está hecho con materia animal, es totalmente cruelty-free, y se crea a partir de una fibra especial patentada por la marca. Esto es importante destacarlo, porque aunque es pelo sintético, tampoco es un pelo sintético cualquiera.
Pueden parecer unas brochas extremadamente complejas, solo aptas para profesionales y expertas en belleza, pero no es así. El fundador de la marca defiende que, al ser la brocha el producto más importante para un artista del maquillaje, una buena brocha tiene que ser siempre cómoda y fácil de utilizar. Y parece ser que no solo es fácil de aplicación, sino también la limpieza. Otro de los motivos por los que odio las brochas es porque no soporto la preocupación de cómo tengo que lavarlas. ¿Con jabón para los platos? ¿Con un producto especial? ¿Basta con un spray? Reconozco que había llegado a un punto que, cuando una de mis brochas se empezaba a ensuciar mucho, simplemente dejaba de usarla y compraba otra, un desastre total.
Pero las brochas Artís tienen un sistema especial de limpieza ultra-fácil. Solo hay que echar un poco del limpiador especial de la marca en la almohadilla y luego deslizar la brocha sucia por encima. Así se consigue limpiar, higienizar y eliminar el maquillaje y su olor de las brochas.
El precio… elevadísimo, pero la calidad se paga. La media es de unos cincuenta euros por brocha, y la brocha especial para bases no baja de ochenta euros. Los packs, la forma más económica de conseguir las brochas, rondan los cuatrocientos euros, y aunque parece una cifra escandalosa, es más rentable que comprar las brochas poco a poco y una por una. Aunque se han convertido en todo un producto de culto y un accesorio decorativo de lujo más, como un bote de perfume o una vela Diptyque, las brochas Artís han sobrevivido a los primeros meses de su fama, cuando todo el mundo creía que iban a durar dos días en el mercado.
Y no ha sido así: ahora, están incluso mucho mejor valoradas que antes, porque su calidad y el acabado exquisito que ofrecen son datos contrastados.
Os recomiendo que para vuestra primera adquisición compréis una sencilla para aplicar corrector, como la número 4 ó la 6.
Suficiente para que os cambie la vida.