Ana Bolena es una de las reinas más famosas de la historia por su matrimonio con Enrique VIII y su trágico final.
Gracias a los libros de Philippa Gregory y a series como Los Tudor, el publico siente mucha fascinación hacia Ana Bolena. Como los grandes mitos de la historia, murió joven: no llegó a cumplir treinta y cinco años. Pero las circunstancias de su injusta decapitación y el triunfo de su hija, la formidable Isabel I, hicieron que su fama perdurara durante siglos. Hasta el día de hoy.
Ana Bolena solo fue reina durante mil días y Enrique nunca más volvió a mencionarla después de su muerte, pero su romance parece que nunca pasará de moda para los románticos. ¿Quién fue realmente Ana Bolena? ¿La coqueta despiadada que terminó obteniendo su merecido o una joven ambiciosa a la que la situación se le fue completamente de las manos?
Ana Bolena nació en 1501. Su padre era un diplomático que se las arregló para enviarla, a ella y a su hermana María, a la corte de la reina Claudia de Francia. Era la mejor manera de que las muchachas jóvenes se refinaran y consiguieran buenos maridos.
En París, las hermanas Bolena emplearon su tiempo libre en quehaceres distintos. Mientras María se metía en la cama del rey, Ana aprovechó para observar y aprender. Cuando volvió a Inglaterra en 1521, lo hizo convertida en una joven extremadamente elegante, con un acento y unos modales franceses que más tarde se convertirían en su sello.
Años después, Enrique VIII se enteró de que fue en Francia donde Ana Bolena tuvo sus primeras experiencias sexuales. Solo que, a diferencia de María, fue lo bastante inteligente como para que no se enterara nadie.
En 1522, las hermanas Bolena empezaron a servir a la reina Catalina de Aragón, la esposa de Enrique VIII. Para no perder la costumbre, María se convirtió rápidamente en amante del monarca mientras Ana buscaba un buen partido sin echar a perder su reputación. En 1526, cuando el rey se cansó de María, posó los ojos en Ana. Lo que en un principio no iba a ser más que un entretenimiento pasajero se convirtió en auténtica obsesión cuando Ana se negó a ceder a su capricho. Ya había visto cómo su hermana no había logrado gran cosa como querida real y no quería que a ella le pasara lo mismo.
Los archivos describen a Ana Bolena como una mujer atractiva más que hermosa. Era de piel cetrina y tenía un cabello largo y castaño que adornaba con tocados con forma de media luna, mucho más sensuales que las caperuzas que gustaban a la reina Catalina.
Todos coincidían en que la mayor belleza de Ana Bolena eran sus ojos oscuros, brillantes y un poco saltones. Sabía bien «cómo utilizarlos» para llamar la atención de los hombres.
Ana no era lo único que el rey Enrique VIII no tenía. Después de varios abortos, Catalina de Aragón solo había sido capaz de tener una hija, la que luego pasaría a la historia como María la sanguinaría. Sin un heredero varón, la dinastía Tudor estaba condenada a desaparecer e Inglaterra volvería a sufrir una guerra civil como la sangrienta Guerra de las Dos Rosas.
Ana Bolena le hizo un juramento al rey: si se casaba con ella, le daría el tan ansiado príncipe. Enrique VIII, cautivado por ella y aún más por esa promesa, empezó las gestiones para deshacerse de su reina. Para su sorpresa, Catalina de Aragón dejó de ser mansa y dócil para luchar con uñas y dientes por sus derechos. Recurrió a su sobrino, el emperador Carlos V e incluso al Papa, que le dio la razón a la reina: ni siquiera un rey podía librarse de una esposa impecable después de veinte años de matrimonio.
Entonces dio comienzo un periodo muy tenso que duraría más de seis años y que terminó con la ruptura definitiva entre Inglaterra y la Iglesia Católica. Si el Papa no quería darle a Enrique el divorcio, se lo concedería él mismo. Enrique VIII y Ana Bolena se casaron en enero de 1533.
Ana Bolena era una mujer de gustos caros que disfrutaba de la vida en todo su esplendor. Mucho antes de convertirse en reina, ya vivía en los mejores aposentos de palacio y tenía sus propias damas de compañía. Le encantaban las joyas y los vestidos lujosos y no escatimaba en gastos. Los archivos financieros entre 1529 y 1533 reflejan un gran coste en ropa de mujer, pieles de armiño, capas suntuosas y telas con bordados de oro. Tenía un excelente gusto para la música y le gustaba el coqueteo cortesano: siempre estaba rodeada de aduladores, poetas y músicos, un hábito que años después se convertiría en su ruina.
Para su disgusto, la mayor parte de la Cristiandad se negaba a reconocer la validez de su matrimonio y parte de Europa seguía considerando a Catalina de Aragón, que vivía exiliada en otro castillo, como la auténtica reina. Eso provocaba en Ana terribles estallidos de furia que desquiciaban a un ya no tan fascinado Enrique.
Cuando en septiembre de 1533 dio a luz a una niña, Ana se apresuró a concebir de nuevo, sabiendo que, sin un hijo varón, su situación no estaba en absoluto asegurada. Durante los tres años siguientes, la reina se quedó en estado tres veces más, pero todos los embarazos terminaron antes de tiempo. Esa extraña sucesión de abortos, tan parecida a la de Catalina de Aragón, hace pensar a los historiadores que Ana Bolena tenía el factor Rh- en la sangre.
En 1535, Enrique VIII se encaprichó de una de las damas de Ana, Jane Seymour. Al igual que Catalina de Aragón antes que ella, la reina tuvo que presenciar cómo su marido cortejaba a otra mujer delante de sus narices. Hay constancia de los empujones y bofetadas que la reina propinaba a Jane Seymour, pero su nueva rival no se amedrentó y aumentó el deseo del rey usando la misma estrategia que tan bien le funcionó a Ana en su momento: hacerse la difícil.
En enero de 1536, Enrique VIII tomó la decisión que selló el destino de la reina: anular su matrimonio. Pero no deseaba otra batalla judicial como la que había tenido con Catalina de Aragón. Ana, necesariamente, tenía que morir.
Mientras Enrique VIII y sus asesores preparaban su plan secreto para acabar con ella, Ana Bolena iba quedándose cada vez más sola. Los cortesanos que antes la adoraban, consciente de que ahora estaba de capa caída, apenas le hacían caso. Solo unas pocas damas la atendían y toda la actividad estaba en los aposentos de Jane Seymour, la estrella en ascenso.
En una jugada maestra, Jane Seymour dejó de llevar el tocado francés que Ana había puesto de moda y volvió a ponerse las caperuzas de antaño. En cuestión de días, todas las damas de la corte la imitaron. El mensaje estaba claro: los días de Ana como reina estaban contados.
En mayo de 1536, Ana Bolena fue arrestada por incesto, brujería y traición. Para dar forma a las acusaciones, los hombres de Enrique VIII tergiversaron y exageraron testimonios maliciosos de personas que la odiaban y estaban deseando verla caer.
Aunque el rey ya no quería saber nada de ella, tuvo una última consideración: sería decapitada con una espada, un método más limpio y rápido que el hacha tradicional inglesa.
El último retrato de Ana Bolena se pintó apenas unas semanas antes de su detención. Es cuando los observadores la describieron como «una vieja flaca» y una mujer «feísima». Lo cierto es que, con apenas treinta y cinco años, la reina parecía mayor y cansada.
Mientras Ana lloraba y se preparaba para morir en la Torre, Enrique empezó a planear su boda con Jane Seymour.
El 19 de mayo de 1536, Ana Bolena se despertó y se puso su último atuendo: un vestido gris oscuro, unas enaguas rojas y una gruesa capa de armiño que había pertenecido a Catalina de Aragón. Un pequeño homenaje a la mujer a la que tanto había hecho sufrir. Su entereza sorprendió incluso a sus enemigos, que habían ido a ver cómo moría. Pronunció un discurso en el que dejó clara su inocencia al mismo tiempo que decía buenas palabras hacia el rey, y se arrodilló mientras rezaba su ultima oración.
«Todo sucedió muy rápido», escribió un testigo después. El reinado de Ana Bolena duró mil días.
El cuerpo de Ana fue introducido en un baúl viejo y enterrado en una capilla cualquiera. En 1876, la reina Victoria ordenó su exhumación para que tuviera un entierro digno y una tumba con su nombre. Lo que merecía una mujer de su condición.Los huesos confirmaron que se trataba de una mujer de unos treinta y cinco años, de rostro ovalado, mentón cuadrado, dedos afilados, pies pequeños y cuello delgado.
Cada 19 de mayo, alguien sin identificar ordena que se deposite un ramo de flores sobre su tumba.
Aunque la gente siga pensando que fue su gran amor, Enrique VIII nunca más volvió a hablar de Ana Bolena. Cuando el rey murió, pidió ser enterrado junto a Jane Seymour, que al final murió de parto un año después que Ana, en 1537.
Enrique VII nunca llegó a ver cómo el tiempo demostraba que su matrimonio con Ana había sido la mejor decisión de su vida. En 1558, la hija que Ana le había dado, Isabel, se convirtió en una de las monarcas más famosas de la historia, incluso por encima de su padre.
Ahora, además, Ana Bolena es considerada por unanimidad como la reina consorte más importante que Inglaterra ha tenido jamás.
Ya habia leido algun libro sobre ella y me resultaron fascinantes. Me encantan estas entradas sobre mujeres especiales y trucos de belleza de otras epocas! Son super interesantes y entretenidas…Se me ocurre alguna entrada que muestre la evolucion del concepto de belleza y cuidados en la mujer a lo largo del siglo XX seria muy interesante y seguro q aprendiamos mucho! Investigando sobre este tema yo por ejemplo descubri el peinado de la toga (una maravilla para alisar el pelo sin calor)