Carole Radziwill es mi Nueva Ídola

Me encanta Carole Radziwill. Soy fan desde ya.

Cómo es posible que no conociera a Carole Radziwill, si está forrada, le encantan las deportivas, se casó con un príncipe, salió en el reality Mujeres Ricas de Nueva York y era la mejor amiga de Carolyn Bessette Kennedy. Por favor.

Todavía estoy a tiempo de remediar este error y de cotillear sobre su vida sin parar, que es lo que estoy haciendo ahora. Eso quiere decir que me perdí la espectacular entrevista que concedió a Into the Gloss, donde contó que usa el agua micelar de Bioderma, el dispositivo Foreo y maquillaje de Charlotte Tilbury. Esta es de las mías. O sea, de las nuestras.

Antes de empezar, una foto de parte de su tocador. Para dejarlo claro. Carole ha dicho que está obsesionada con la belleza; necesita rodearse de cosas bonitas a todas horas. Si no, no se siente bien. Eso no le ha impedido tener una carrera de éxito, escribir un libro que ha sido un éxito de ventas y ganar tres Emmy.

Carole Di Falco Radziwill es una periodista neoyorquina que pasó de becaria a cubrir la Guerra del Golfo en horario de máxima audiencia en menos de cinco años. En junio de 1994 se casó con el príncipe suizo Anthony Radziwill, pero la alegría de la boda duró poco: en septiembre del mismo año a su marido le fue diagnosticado un cáncer que no tardó en convertirse en una metástasis.

Cinco años después, Carole ya estaba preparada para perder a su marido. Pero no lo estaba para la muerte de sus mejores amigos, John Kennedy jr y Carolyn Bessette. Los tres fallecieron con tres semanas de diferencia.

Como no soportaba seguir con su vida de siempre, Carole la cambió radicalmente. Dejó su trabajo, vendió su piso, empezó a beber y salió con montones de hombres. Después de esos años locos, fichó por Glamour, escribió un libro sobre la viudez y firmó su aparición en el reality Real Housewives de Nueva York.

Carole Radziwill aprendió lo mucho que la ropa era capaz de transmitir cuando era muy joven. Fue cuando se emperifolló más de la cuenta para su primera entrevista de trabajo. Consiguió el puesto, pero su jefa la llamó antes de empezar para decirle «mira, en esta redacción no nos arreglamos tanto como tú». Es Carole quien aconsejó a Carolyn Bessette que se pusiera todos los días los mismos vestidos para que los paparazzi se cansaran de ella. No funcionó.

Carole no sigue ninguna pauta. Se viste como quiere porque sabe que la norma número uno de la elegancia es la comodidad y sentirse a gusto con lo que una lleva. Si son unos pantalones de cuero con unas Converse, eso es lo que se pone.

Le apasiona la cosmética pero se nota que es por una cuestión visual y de costumbre. En lo que realmente cree es en los derma-rollers y todo lo que sirva para apretar, masajear, pinchar y quemar la piel. Dice que es lo único que funciona porque el cutis lo interpreta como un ataque y se defiende rellenándose y tensándose. 

Eso sí, su fórmula de cuidar la piel y apostar por un maquillaje estratégico y suave para conseguir un glow natural no funcionó en la tele. Carole Radziwill insistió en maquillarse ella misma para el reality. ¿Por qué no? Ella se veía guapísima con lo que usaba y no quería usar base, perfilador ni nada de eso.

Cuando se vio en televisión, desde todos los ángulos y bajo las luces menos favorecedoras del mundo, dijo ok, necesito un maquillador profesional como las demás. 

Aunque se nota que le pirra la cosmética exclusiva y todo lo que sea muy caro, Carole es fiel a la norma de seguir el propio instinto para encontrar esos tesoros que nos caracterizan. Esos tesoros que luego se convierten en nuestro sello, único y personal. Es lo que hizo con su esencia favorita, un tarrito de aceite de musk egipcio. Lo encontró, no en la perfumería más lujosa de Nueva York, sino en un puesto de incienso de una estación de metro. Cuando los vendedores callejeros desaparecieron de la ciudad, Carole se quedó sin perfume durante años, hasta que encontró uno idéntico en la tienda de un hotel.

Su experiencia en la televisión también le sirvió para darse cuenta de la importancia que tienen las cejas. Sabe que cambian completamente la expresión y hora se asegura de llevarlas siempre perfectas. En cuanto al pelo, reconoce usar extensiones de vez en cuando. Creo que es eso lo que realmente marca la diferencia en su cara, porque cuando las lleva, parece más joven. Cuando no, se le notan un poco más los años. Para cuidar la melena, le encanta la mascarilla de higo de Christophe Robin.

Se nota que busca la estética incluso cuando compra cosméticos low cost. Todo es mono, exquisito y con pinta de exclusivo, aunque no lo sea. En su tocador tiene un bote de la crema de cera de abeja multiusos Egyptian Magic, las toallitas desmaquillantes de Bioderma de color rosa y por supuesto, la pasta de dientes más chic del mundo.

Con la dieta parece que va dando tumbos, a pesar de ser delgada por naturaleza y no haber tenido problemas de peso en la vida. Hace meses dijo que le gustaba desayunar un café con un bagel, pero en su última entrevista, ha dicho que está empezando una dieta sin gluten, así que bye bagel. ¿Por qué sin gluten? Esto es raro. Ella es neoyorquina de origen italiano: se ha criado comiendo pasta con un montón de sal. No va a aguantar ni dos días.

Pero algo pasa con sus desayunos, porque uno de sus momentos más famosos del reality fue cuando pidió en una cafetería que le preparan tres huevos, dos revueltos y uno cocido, y especificó que separaran el cocido de los otros dos. O algo así. Le encanta el café con splenda y toma seis vasos de agua al día, uno de ellos con un poco de limón exprimido.

ME ENCANTA.